martes, 3 de julio de 2007

Llueve...


El verano se ha quedado dormido en algún aeropuerto. Quizás halla perdido el vuelo que lo traía desde otras latitudes a este noroeste, y mientras, la niña del impermeable rojo, mira por la ventana como cae la lluvia. Una lluvia no esperada, una lluvia que se niega a marcharse, una lluvia que aún no ha entendido que es tiempo de hacer las maletas y probar como se vive, de vacaciones, en otros lugares...

Pega la nariz a los cristales, dejando una huella dificil de borrar. Igual que cuando era muy pequeña... y vuelven a su memoria olores de otro tiempo e imágenes que hace mucho ya quedaron atrás, aparcadas en ese hueco que guardamos en el alma para los recuerdos imborrables. Y huele a pastel de nata recién hecho, o a rosquillas de anís... y busca todavía al gato que siempre se colaba por la ventana hacia un pequeño balcón que ahora ya no tiene sentido...

La lluvia siempre ha tenido en ella ese efecto...el efecto de transportarla a un tiempo en el que los sábados siempre eran una fiesta, a una mesa llena de comensales y del sabor único de la comida de la abuela...

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