miércoles, 11 de agosto de 2010

Encendiendo de nuevo la luz...




No he abandonado el faro…en absoluto. Pero antes de escribir sobre algo hay que tener algo sobre lo que escribir… Hoy he subido de nuevo las escaleras de esta vieja atalaya, con la escoba entre las manos, no sólo para recordar cómo se volaba sino también para barrer las lágrimas, la melancolía y los malos pensamientos. He rociado rincón por rincón con gotitas de anis para ahuyentar el miedo y romero para despejar las dudas y encontrar aquello que he perdido. He dejado en cada escalón semillas de sésamo para restaurar la esperanza…



Y, al fin, he llegado arriba…a mi pequeña guarida de sombras…he deshecho la maleta y en primer lugar he sacado mi cajita de momentos mágicos, ahora más llena que nunca. La he dejado en el armario porque es hora de cerrarla y encontrar otra nueva donde comenzar a almacenar nuevos recuerdos llenos de esperanza. He sacado también las viejas alas, aquellas que me regalaron hace ya tiempo: están rotas, resquebrajadas…pero conozco un buen artesano que hace milagros y por ello he preferido no tirarlas sino airearlas…el viento del noroeste quita polvo de alas como ninguno.



Me he mirado al espejo…ahora estoy yo sola. Yo antes de nadie y antes de todo. Nadie dentro de mi y nadie a mi espalda. Algún día me miraré y el espejo me devolverá la imagen de la que yo era, la que quiero ser. Libre. Libre y plena. Virgen y vacía. Vacía para poder llenarme de nuevo un día… Pero para eso aún queda algo de tiempo…



Hoy toca de nuevo encender la luz…Lo he intentado ya muchas veces desde mi regreso y no he sido capaz. Hoy, al fin, lo he conseguido. La luz del faro brilla de nuevo en mi amado Atlántico, el mar del noroeste, y aunque queda mucho polvo por sacar y mucho, mucho que limpiar, me permitiré un descanso para ver la puesta de sol más bella del mundo…