martes, 24 de noviembre de 2009

Cerrando círculos...


Una etapa que se acaba. Otra por empezar. Un círculo que se cierra. Otro que hay que empezar a dibujar. El viernes pasado, al cerrar por última vez la verja de la oficina, demasiadas emociones. Casi cinco años de mi vida resumidos en mil cafés con galletas de canela, en confidencias, en risas y algún llanto, en muchos momentos muy buenos y alguno que otro no tanto. Después el vacío, lágrimas, un kilo de lacasitos de regalo (para que vea la vida de mil colores), demasiados "te echaremos de menos", "ha sido un placer trabajar contigo"... Todavía estoy aterrizando. Todavía se me hace raro no levantarme a la hora de siempre y correr para fichar a las diez en punto. Acabo de tomarme un café en casa porque echaba de menos esos diez minutos de parón y de ponerme al día con Ana. Echaré de menos no verla todos los días: más que mi compi, mi amiga, mi confidente, mi hermana mayor...




Ahora toca un tiempo de relax. Dedicarme a mi misma un mes y poco, para con el nuevo año, empezar una nueva vida. Queda mucho que planear, mucho que hacer, y, como siempre, tengo la sensación de que no me llegará el tiempo... pero eso es otro cuento, otra etapa, otro círculo, otra página...




Me quedo con las palabras de un cliente de empresa, casi ya un amigo:




"Una página que se cierra.


Una nueva página que se inicia.


La parte positiva es que todavía hay que escribirla..."

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Cuatro de noviembre...


"Si me dices que vienes a las cuatro, desde las tres empezaré a ser dichoso"
Antoine de Saint-Exupèry

Quiero contarte una historia. La historia de un encuentro y de las palabras mágicas que brotaron después, las últimas palabras mágicas que salieron de mi pluma.

Sucedió hace exactamente tres años. Un cuatro de noviembre como hoy. Paseaba, por primera vez, por las calles otoñales de una ciudad que me ha visto morir y nacer de nuevo. Florencia me aturdía. Me aturdía la belleza de cada uno de sus rincones, esa bocanada de eternidad que te regala cada vez que respiras, esa extraña sensación de pertenencia, de nostalgia que te muerde el alma. Llegué a la Piazza della Signoria y me encontré con tu imagen, eterna e impasible ante los acontecimientos, en la Logia. Te miré a los ojos, con temor al principio, no en vano se dice que tu mirada puede volver piedra a los hombres y quién sabe si a las mujeres, pero tuve el valor de mantenerte la mirada y entonces descubrí que detrás de esa máscara, de esa apariencia de monstruo, sólo se escondía la mirada asustada de una doncella.

Entonces empecé a escuchar tu voz, al principio era un suave silbido, el siseo de las serpientes de tu cabeza, pero poco a poco, y, afinando el oído, pude escuchar claramente una historia: me hablaste de ti, de cómo eras las doncella más bella del templo de Atenea, hasta que fuiste raptada y violada, y la furia de la diosa te dio apariencia de monstruo. Me dijiste que a veces sucede esto en la vida; que un acontecimiento casual hace que pases de ser pura, transparente, auténtica, a refugiarte detrás de una máscara, a mentirte a ti misma y a los demás sobre lo que tú eres. Me dijiste que no tuviera miedo de las serpientes que porto en mis cabellos, ni de las garras que otros puedan ver en mis pies. Me dijiste que lo importante es que el espejo no me devuelva una imagen deformada de mi misma, que lo que ellos quieren ver no es lo que verdaderamente soy. Me dijiste que defendiera mi terreno como una loba, que no tuviera miedo de los miedos de los demás, que no escuchara más que las voces de dentro y que me arrodillara solamente ante los deseos de mi propio corazón…

Hoy quiero darte las gracias. Gracias por todo aquello que, en tan poco tiempo, me enseñaste. Me enseñaste a no bajar la mirada, a perder el miedo a mi propio poder, me enseñaste a mostrarme tal como soy, sin la armadura del miedo en mi corazón, desnuda y vulnerable. Me enseñaste la belleza de la sensibilidad y la fortaleza de la vulnerabilidad. Me invitaste a aparecer con las manos extendidas hacia el mundo y gritar: “Miradme, soy así, bella y débil, y os entrego mi corazón a cada paso, sabiendo que si queréis podéis hacerlo pedazos”. Me enseñaste a no adoptar roles y a ser yo misma en cada momento. No sabes cuánto te lo agradezco...

Lo que vino después…ya lo conoces. Una historia mágica, un secreto verde intenso que comparto sólo con la luna y con las hadas, porque sólo los seres mágicos saben de historias increíbles…

Pronto estaré de vuelta. Pronto podré volver a mirarte a los ojos y a pensar eso de que Perseo no fue tan héroe al fin y al cabo. Pero hoy, por ahora, quiero desear un feliz día a todos los que forman parte, como tú, de esa bellísima historia de amor. Gracias, Medusa.


"A próxima vez que a lúa chea reine no ceo de Florencia,

e se ilumine Medusa nas mans de Perseo de novo,

pensa que no nordés xeado hai unha muller, unha feiticeira,

que agradecerá eternamente sentir un intre

as tuas mans rozando as suas cadeiras"

De "Tal vez"