lunes, 21 de diciembre de 2009

Un largo letargo y un anhelado despertar...


A punto de que la Navidad entre por la ventana y se nos cuele en el día a día. A punto de hacer la maleta y pasar largas horas conversando al calor de la chimenea. A punto también de que un año viejo se convierta en polvo y el 2010 con sus promesas de cambio llegue a mi vida, a esa vida que he tenido que resetear y que afronta el año nuevo con un montón de planes y un gran proyecto en el horizonte…


Ayer por la noche decidí que no voy a hacer balance del 2009. ¿Por qué? Porque no creo que valga la pena. No porque no haya vivido momentos dorados durante estos meses, sino porque mi vida anterior a partir del 1 de enero del 2010 no existirá. No importa lo que ha sucedido con anterioridad. Quiero empezar de cero, y empezar de cero significa volver lo mínimo indispensable al pasado. Al tiempo, me he dado cuenta de que estos dos últimos años si han tenido un sentido. Me explico: llevo tiempo pensando que el 2008 y el 2009 apenas han traído nada a mi vida y han pasado sin pena ni gloria por delante de mi casa. He vivido muy hacia adentro, apenas he cultivado mi vida social, y los días eran más que rutinarios, no había mucho más que el trabajo, las escapadas viajeras y un sueño que perdía por momentos su sentido. Apenas escribía, apenas vivía, apenas sentía, apenas nada…


Estos días, leyendo un libro mágico “Los cuentos del destino” de Jimena Fernandez Pinto, he comprendido que este era un letargo necesario. No estaba parada, sólo me había quedado dormida, descansando, pero, aunque fuera no sucediera nada, dentro estaban sucediendo muchas cosas: me estaba preparando para lo que vendría después, para lo que está sucediendo ahora. Estaba haciendo acopio de fuerzas, aceptando mi parte sombría y mi destino en silencio, comprendiendo los pequeños misterios que habitan en mi vida. Un poco como la sacerdotisa en el tarot, estaba cultivando mi intuición, aprendiendo a armonizarme con aquello que me toca vivir y aceptarlo sin rebelarme, afinando el oído para escuchar mi voz interior…


Ahora me estoy desperezando. Creo que este período me devuelve una yo más auténtica, más sincera consigo misma y más integrada. Creo que este sueño reparador me ha dado una fuerza inmensa para acometer el gran reto que se me presenta y sobre todo el valor que me faltaba para tratar de transformar mis sueños en pequeñas realidades…

Ah! Por cierto, feliz Yule o feliz Navidad para todos. Al fin y al cabo es exactamente lo mismo…

jueves, 10 de diciembre de 2009

En el limbo...


Bastante tiempo sin pasarme por el faro… Lo sé, pero es complicado escribir cuando estás en tierra de nadie, cuando te encuentras en el lugar más cercano al limbo que conozco. Y me explico, porque más que un lugar físico es una sensación. Mi vida de antes no está, se fue, desapareció. Mi vida futura es todavía un esquema en un papel cuadriculado, y, aunque intento dar pasitos, hasta hoy no he sido capaz de avanzar nada. Asi que mi “pseudovida” transcurre entre carreras a este o este otro organismo para arreglar papeleo, entre las páginas del último libro que compré en Firenze y algún café siempre pendiente del reloj. Firenze… hace exactamente un mes estaba allí, recorriendo sus calles, y ahora de nuevo, todo parece lejano. Aunque esta vez la melancolía no me puede, porque si la Vida lo permite pronto estaré allí…esta vez sin billete de regreso…


Quiero estar allí: quiero de nuevo sentir que la Piazza della Signoria es sólo mia una noche de lluvia. Quiero volver a cruzar el Ponte Vecchio descalza y sentir toda la magia, toda la historia de la ciudad en mis pies o saltar charcos en la Santa Croce una tarde de domingo. Quiero perderme esperando en el Piazzale, con el sol dándome en la espalda y escuchando la música de Mozart que alguien saca de una guitarra eléctrica. Quiero volver a Arezzo y escuchar de nuevo el “Buongiorno, principessa”, y perderme en San Gimignano buscando la casa de Dios sabe quien, mientras fantaseo con retirarme allí un año entero para escribir una gran historia de amor con tintes paganos. Quiero volver a coger cada día el tren de las 19.08 de Santa Maria Novella a Prato Centrale, y jugar a imaginar qué historias guarda cada uno de mis compañeros de vagón. Quiero volver a Santa Margherita dei Cerchi para dejar a Beatrice la carta que aún no he escrito. Quiero regresar a la ciudad que me quitó la vida y me la regaló de nuevo, preguntándome, abiertamente y sin dejar de mirarme a los ojos, si aún me quedan ganas de ser feliz, fuerza para hacer aquello que siempre he soñado y valor para atreverme a intentarlo…