viernes, 22 de abril de 2011

Lecciones...

Semana de lecciones la anterior, creo. Una criatura mágica, alguien a quien admiro por su fortaleza de espíritu pese a su juventud, por su luz pese a las sombras, mi ninfa del Lethes, me enseñó, y probablemente sin saberlo que, con fe, confianza y perseverancia todos los sueños, absolutamente todos, se pueden llegar a tocar con la punta de los dedos. Ella está ya cumpliendo el suyo y me alegro sinceramente, de corazón, porque se lo merece. Se lo merece por las dificultades que le ha supuesto llegar hasta este momento, por el largo camino que ha recorrido y la ha puesto frente a frente con lo que siempre quiso conseguir y por las ganas con las que afronta cada nuevo desafío.



También la semana pasada, mi padre me regaló una frase en un sueño muy intenso. Soñé que estaba a punto de llegar un poderoso huracán y yo tenía mucho miedo. Tanto miedo que apenas era capaz de caminar. Él llegaba a recogerme en su coche, tremendamente tranquilo mientras yo estaba tremendamente asustada. Yo empezaba a hablar rápidamente, casi sin lógica, como lo hago siempre que estoy muy nerviosa y le decía que como podía estar tan tranquilo, cuando se acercaba el mayor huracán de todos los tiempos.


Recuerdo que me sonrió y me dijo: “ No hay por qué tener miedo. Tú sólo aprovecha la fuerza del viento.”


Cuando desperté recordé que a veces aquello que puede destruirte es también aquello que puede impulsarte hacia delante, aquello que puede hacerte libre. La única diferencia es como lo quieras utilizar…

viernes, 1 de abril de 2011

There is a light that never goes out...


Irremediablemente, todos se van. Todos, tarde o temprano ,se van y te dejan sola, te abandonan. Hacemos el viaje, ese que quizás sea nuestro verdadero destino, sin mas compañía que nosotros mismos, y eso, cuando nos tenemos.

Suena triste, ¿verdad?, desesperanzador. Pero tengo la sensación de que es la verdad más grande que he escrito nunca. Quizás vivamos buenos momentos en compañía de los demás, pero sólo son ilusiones. Ilusiones vagas y con apariencia fantasmal que se diluyen con el primer café de la mañana, o cuando llegas a casa, y cierras la puerta tras de tí... Y no hay ninguna luz encendida...


Me entristece la idea de que las luces no estén encendidas. No me gusta sentirme así, sola y estúpida por no haberme dado cuenta antes de esta gran verdad. Quizás esté tomando conciencia de la muerte, ese ángel negro que vive tan dentro de nosotros, y que es la prueba más fehaciente que encuentro de la soledad, del desamparo...


Es el temor más profundo del ser humano: la muerte, la nuestra, la de las personas a las que queremos, y por ello, por escapar de ese gran miedo que nos atenaza la garganta, buscamos manos a las que aferrarnos, miradas en las que perdernos, palabras para consolarlos y alejarnos de la única verdad: estamos solos. Nadie va a salvarnos si no lo hacemos nosotros mismos.


Es extraño que justo ahora que tomo conciencia de la importancia de la gente que está conmigo, sienta, a la vez, esta sensación tan absurda de soledad. Paradójico, incongruente y dual, como yo misma, como la vida...

Hay una canción de The Smiths que fue un himno en mi vida y que hoy he recuperado: "There's a light that never goes out". Espero que, en algún lugar, haya una luz encendida, algún día de estos, para mí...