jueves, 19 de mayo de 2011

"Ágora" o un canto a la esperanza

Después de ver “Ágora”, de Alejandro Amenábar, por segunda vez, se me ha instalado de nuevo en la mente una idea bastante recurrente en mi travesía: como la falta de tolerancia y respeto de unos pocos (los de casi siempre) basta para impedirnos al resto vivir en armonía. Como en nombre de algún dios que quizás ni siquiera conozcan, se creen con la fuerza y la autoridad legítimas para destruir en lugar de crear, para fomentar el odio en lugar del amor.



En la película, el fanatismo de los cristianos (hoy llamados Iglesia Católica) es suficiente para destruir no sólo siglos de conocimiento y sabiduría, sino, y más importante aún, la posibilidad del ser humano de vivir en paz y armonía, como iguales, como hermanos, independientemente de los dioses a quienes dirijas tus oraciones.
A veces pienso que si Jesús, para mí un personaje histórico excepcional, ejemplo de concordia y comprensión, que compartió su vida con paganos, judíos,…personas de toda creencia y condición, volviera a la tierra, le aterraría ver las cosas que en su nombre se han hecho a lo largo de la historia, no para proteger su legado (lo que sería igualmente ilícito), sino sólo para proteger el poder del imperio más grande jamás construido sobre una mentira.



Si él paseara por una ciudad cualquiera, en una tarde cualquiera, le daría escalofríos el ver como sus enseñanzas se han convertido en un discurso preocupado solamente de amedrentar a los que osan levantar la voz en nombre de la sabiduría y de la tradición, cualquiera que sea.



¿Acaso estaría Jesús agradecido a los que borraron de la historia a tantas mujeres, y sobre todo, a la que él eligió como compañera y depositaria de su herencia, haciéndola pasar de sacerdotisa a prostituta? ¿Acaso le gustaría ver como tantas personas han sido condenadas a muerte sólo por pensar y creer diferente, por proteger el legado que sus antepasados le regalaron? ¿Acaso le agradaría ver como las reuniones de sus mal llamados ministros se han convertido en asambleas de ricos y poderosos sólo al servicio de su propio ego?
Francamente creo que no. No le gustaría ver como durante siglos y siglos se ha asesinado a esas personas diferentes con las que él quiso enseñarnos a convivir en armonía. No le gustaría ver como su supuesta iglesia, cuando se queda sin argumentos para discutir, califica a los que creen y piensan diferente, esos de quien han cogido sin permiso su calendario y sus ritos, de satanistas y brujos negros. No le gustaría ver como esa guerra santa que hoy tanto nos asusta del Islam, ha sido practicada durante años y años por esos a quien él quiso llamar hermanos.



Me agrada darme cuenta de que hoy no tengo que callarme por miedo a pensar diferente y acabar en la hoguera o en una cárcel de la “santa” inquisición, sino que hasta puedo alzar la voz por todos aquellos que no pudieron, y decirle a aquellos que se creen en poder de la única verdad que, desde mi manera de ver y creer, les respeto y soy capaz de convivir con ellos en armonía.




Me agrada decir que he elegido ser quien quiero ser y creer aquello en lo que quiero creer, porque el manto negro de la ideología del miedo no hace ya mella en los espíritus libres.



Así que, hoy me atrevo a cantar, con el sonido del viento como única compañía que aún estamos a tiempo de recuperar la esperanza, de aprender a ser un poco más tolerantes, sobre todo con aquello que desconocemos y que por ello, nos provoca tanto miedo. Me gustaría invitar desde aquí a conocer antes de juzgar, a acercarse a las creencias con respeto y con la mente y el corazón abiertos de par en par.



Lo sé, soy una soñadora. Más que eso, una utópica sin remedio, pero creo que aún es posible restaurar la esperanza…para todos.



Que los dioses, los de cada uno, los de todos, permitan que así sea.

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