lunes, 28 de enero de 2008

Cerca del círculo polar...


Hay una imagen que se me quedó grabada de la película “Los amantes del circulo polar”. Es la imagen de Ana, frente al lago, sentada en una silla, simplemente esperando a que suceda la casualidad de su vida. Me he sentido ella: mi vida también está hecha de esas pequeñas “casualidades” que conforman una existencia, pero, como ella, todavía espero a esa gran causalidad a la que pueda llamar milagro. Es una espera activa (concepto que me ha enseñado Brigantia): mientras espero no dejo de avanzar. Puede sonar imposible, o al menos racionalmente imposible, pero si teneis dudas sobre como hacerlo, os invito a visitar la isla del trébol. Es una isla pequeña, situada en algún lugar del noroeste más salvaje, y llena de color verde. Yo la visito a menudo, cuando el sueño no llega o cuando todo parece tambalearse. Hace poco, sentada en su playa más verde, descubrí la diferencia entre felicidad y alegría. La felicidad es externa a tí: es fugaz, irreal en ocasiones, caprichosa, escurridiza como una serpiente y tremendamente frágil porque viene de fuera. La alegría es ese calorcito suave que sientes en el centro del pecho: es el sentimiento de estar en el camino correcto, es la aceptación del propio destino, es la confianza real en la vida...


Ana, en la película, sintió en todo momento que estaba haciendo lo correcto, se dejó llevar por esas casualidades incomprensibles que dibujan las líneas de nuestra mano, o lo que es lo mismo, por su propio corazón rojo. Esta tarde voy a acercarme al círculo polar, cogeré una silla de colores y esperaré, todo el tiempo que haga falta, con alegría y confianza, a que suceda...Porque mi corazón rojo sabe, que antes o después, sucederá...

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