“Molti mari e fiumi attraverserò
dentro la tua terra mi ritroverai
turbini e tempeste io cavalcherò
volerò tra i fulmini per averti…”
“Meravigliosa creatura” Gianna Nannini
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Dante y Beatrice. Cuando los sentimientos no son terrenales, cuando se ama sin egoísmo, sin correspondencia, amar por el mero placer de amar, con entrega absoluta, idealizando al ser amado hasta tal punto que se convierta, como Beatrice Portinari, en musa de una obra literaria, del propio crecimiento personal e incluso de toda una existencia.
Dante y Beatrice, Isolda y Oisel, Brigan y el hijo del sol…Hay historias que merecen ser contadas. Historias que son demasiado grandes para guardarlas en un cajón, y es necesario contar. Historias con mayúsculas que enseñan una nueva forma de amar. El amor que todos queremos y debemos conocer. En el caso del poeta, se dice que hubo sólo un encuentro. Un encuentro en el que no hubo palabras, sólo miradas cómplices y un respetuoso silencio. ¿Es posible que un solo encuentro moviera a Dante a escribir los mejores versos de la literatura universal? ¿Es posible que unos minutos cambien tu vida para siempre? ¿Es posible que una sola mirada te inspire de tal modo que no puedas dejar de escribir? ¿Es posible ser feliz amando, dando por el mero placer de dar, con la más absoluta de las entregas?
El acto de amor más grande que concibe Dante, cuando Beatrice muere, es escribir para ella una obra literaria. Sin saberlo, ni tan siquiera sospecharlo, la joven se convierte en inmortal en los versos de aquel que tanto la amaba, y a la vez encumbra al autor y a la Divina Comedia como obra clave de la literatura. Me pregunto qué pensará Beatrice allá donde se encuentre; quizás sonría feliz al contemplar cuanto puede quererte alguien en silencio…
Uile mo gràdh, Gov…