miércoles, 8 de diciembre de 2010

La Torre...


Sí, lo sé. Tengo demasiado abandonado este espacio. Mea culpa. Bueno, mía y de las leyes, libros, apuntes y esquemas que copan mi escritorio y mi mente. Y así, entre contencioso-administrativo y procedimiento civil me he plantado casi en navidad sin subir ni una sola vez a lo alto de esta atalaya. Así que, mi primer propósito de año nuevo será pasearme más a menudo por el faro. Prometido.

A lo que vamos: Ayer Isolda me habló de una canción de Elisa “Qualcosa che non c’è” que resume a pies juntillas lo que ha sido mi vida en estos últimos casi cuatro años. Habla de todas esas veces que, por mirar demasiado lejos, por querer alcanzar la línea del horizonte, te pierdes una bella puesta de sol, o olvidas disfrutar de las pequeñas cosas que te va dando la vida.

Ahí está el cambio enorme que ha llegado a mí este año y que ha modificado totalmente mi mundo. Sabía intuitivamente que el 2010 iba a ser un año importante, lleno de cambios, en el que habría un antes y un después. Y, aunque queda todavía tiempo para hacer balance del año que se nos escapa, puedo decir que los cambios han llegado derribando mi mundo, pero, como la carta de la Torre en el tarot, anunciando que la destrucción viene dada por grandes motivos que marcarán nuestro camino y que sólo es el germen de un nuevo nacimiento, de una nueva vida. Sólo quedan en pie los cimientos de mi castillo y es desde ahí desde donde debo construir. Los cambios llegaron de un modo totalmente diferente al que yo pensaba, y en lugar de abrazar y acercar distancias, la cuerda que me mantenía atada al pasado se rompió del todo, y ahora, aún en proceso de reconstrucción, vuelvo a sentirme libre, más viva y más yo de lo que podía recordar.

Ahora trato de disfrutar de los pequeños momentos: una buena conversación delante de un café, una sonrisa, un gesto, un amanecer, una tarde de lluvia pegando la nariz a los cristales, un momento para mí misma, un té humeante entre tema y tema…y aunque a veces la nostalgia se me cuela entre el jersey y la piel, y es un hueso duro de roer, estoy aprendiendo a mantenerla a raya. Como dice Sabina “ No hay nostalgia peor que la de añorar lo que nunca jamás sucedió”