viernes, 31 de julio de 2009

"Quieta...quizás sí..."

"...tardé en llegarte
atravesaron mi senda rumores ajenos
tardé en reverenciarte
intentaron en vano difuminar mi ruta
más aquí estoy serena y complaciente
para abrazar tus despojos..."
©Viviana Álvarez

Hace un par de días la lluvia nos dio una tregua y pudimos ir a escuchar a La Oreja. No es que sean uno de mis grupos de culto, pero sí es verdad que algunas de sus canciones me transportan a una época muy bonita de mi vida... Hay cosas que no cambian, que siguen como siempre, y así, hay letras que te siguen punzando de una manera extraña el alma, y hacen que te preguntes si tú no serás ese mosquito idiota que se ha autoconvencido que convertirse en un ser racional a sus años es lo mejor que le puede pasar. Que te preguntes si no es cansancio o falta de fe, sino comodidad, si no es aceptar, sino resignarse... Que te preguntes si has renunciado a perderte esperando, a creer que es siempre el día menos pensado, a creer a pies juntillas que existe esa escalera azul que te puede llevar a la luna...




Hay cosas que no cambian, que siguen igual a través de los años, y así, aunque mañana sea 1 de agosto, en el noroeste vuelve a llover, aunque medio globo inicie sus vacaciones, yo piso el acelerador a fondo para encarar las últimas vueltas. Así, una soñadora se da cuenta siempre de que, pase lo que pase por su vida, seguirá emocionándose con una vieja canción.

Buen Lughnasad, y que la Diosa os bendiga.
P.s. el texto y la foto son de un blog que me ha dejado sin palabras...

martes, 21 de julio de 2009

Domingo en el paraíso...


Este verano las nubes y el viento apenas nos dan tregua en el Noroeste. Este verano, entre crisis económica, gripe A, virus de la oferta de última hora y los ya conocidos cambios y cancelaciones varios, se me está haciendo eterno. Tanto que cada día que tacho en el calendario me parece toda una semana...

Pero el domingo lucía un sol radiante.30 grados en el noroeste (y a la sombra...) Así que a las nueve a.m. sonó el despertador y cogimos un barco que, en apenas, 45 minutos, nos dejó en la playa más bella del mundo según el diario británico The Guardian. Es la playa de Rodas, en las Islas Cies, que en palabras del periodista Gavin McOwan es, "una perfecta media luna suave y pálida y cubierta por pequeñas dunas, abrigadas por un tranquilo lago de agua limpia como el cristal”.

Ya ves, el paraíso a tres cuartos de hora del portal de tu casa. Así parece que la espera para las tan deseadas vacaciones se hace más llevadera. Jornada playera, sol, agua transparente (eso sí, helada), y barco de regreso para empezar una nueva semana... el domingo quedarán siete días menos... (parakalo!!!!!...)

viernes, 3 de julio de 2009

Que el mundo pare...


Llevo un par de semanas en una especie de montaña rusa: subo, al momento bajo, y cuando quiero darme cuenta sólo siento una cosa: vértigo. Vértigo al asomarme a mi vida y ver que todo es un enorme signo de interrogación: incertidumbre en el trabajo, más incertidumbre mezclada con gotitas de ansiedad y un ultimátum para decorar en mi vida personal… Por no hablar de mi interior, porque a estas alturas de la película, no se quien soy. No me reconozco en la que fui y tampoco atisbo a ver la que seré. Todos los caminos iniciados están llenos de maleza y quizás no me sirvan ya para continuar. Me siento a descansar en el medio de un gran bosque, ese que antes me protegía y hoy me atemoriza, y escucho respirar en mi oído al miedo, a la soledad, a la falta de esperanza…



Me pregunto que pensaría Peter Pan si hoy se asomara a mi vida. Quizás viera mi habitación desordenada (tú eres tu habitación) y se preguntaría por qué no llevo puestas las alas de colores, o por qué el bote de polvo de hadas está vacío y sin trazas de llenarse. Quizás me miraría con tristeza por un momento y dudaría si acercarse a mi cama, aunque acabaría por hacerlo. Me acariciaría la mano suave y me susurraría que si yo quiero, aún puedo escaparme por la ventana a Nunca Jamás.



Yo aceptaría, porque mi niña interior, esa que tiene un impermeable rojo y que pega la nariz a los cristales en las tardes de lluvia, sólo puede aferrarse a la creencia de que los sueños aún pueden hacerse realidad. Cogería su mano con fuerza, saldríamos por la ventana, yo con los ojos cerrados, con miedo y ese extraño nudo que lleva asentado tiempo en mi estómago como compañía perfecta. Al pasar por la tercera estrella, miraría a Peter atemorizada y le preguntaría:

-“¿Llegaremos a tiempo?”

Su respuesta sería sólo una sonrisa…